"La complacencia que determina los juicios del gusto es ajena a todo interés. Llamamos interés a la complacencia que lleva aparejada para nosotros la representación de la existencia de un objeto"
El juicio estético no puede depender de un interés ajeno a la propia contemplación del objeto. De esta manera, se crea una diferenciación entre lo bello y lo bueno, cuya unidad o por lo menos correspondencia se identifica en las filosofías trascendentales clásicas como las de Platón o Santo Tomás: de tal modo, según Kant lo bello no hace referencia a un fin determinado, sino es un fin netamente formal, una conformidad a fin sin fin, independiente de la representación de lo bueno, añadiendo además, que el juicio estético no aporta conocimiento del objeto, y eso ocurre mediante el juicio lógico, del entendimiento según analizado en la Crítica de la razón pura. El juicio estético reposa de tal manera en fundamentos a priori, y un juicio tal es puro solamente en la medida en que ninguna complacencia meramente empírica se mezcle al fundamento de la determinación del mismo.
Lo que quiere decir Kant es que para el observador que se considera desinteresado en cuanto respecta a lo estético; necesariamente deja del lado toda posición que implique la utilidad y practicidad del objeto; es decir, que no interesa de su aprehensión teórica ni practica. Es entendido que para Kant todos los juicios del gusto son puramente contemplativos; es decir, que son juicios que se muestran indiferentes en lo que respecta a la existencia del objeto; pues solo se preocupan por el agrado o desagrado del objeto.
Hay que tener en cuenta y teniendo como referencia la nota de Kant que cuando me intereso por un objeto por su utilidad y existencia empírica, su imagen y representación entonces en este sentido no estoy hablando de un interés estético; puesto que para que pueda determinarse como interés estético debe ser contrario a lo anterior y solo debe existir la contemplación; por lo tanto, se podría decir que existe un interés real y un interés ideal. (*Friedrich Kainz, Estética, trad. de Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica, México, D. F., 1952, pp. 56 59 y 727)
Hay que tener en cuenta y teniendo como referencia la nota de Kant que cuando me intereso por un objeto por su utilidad y existencia empírica, su imagen y representación entonces en este sentido no estoy hablando de un interés estético; puesto que para que pueda determinarse como interés estético debe ser contrario a lo anterior y solo debe existir la contemplación; por lo tanto, se podría decir que existe un interés real y un interés ideal. (*Friedrich Kainz, Estética, trad. de Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica, México, D. F., 1952, pp. 56 59 y 727)
El ser humano es un ser que se deja llevar por los sentimientos del juicio del gusto, la complacencia es el impulso que nos lleva a separar un deseo de un concepto, porque en determinado momento de la vida nos dejamos llevar por el corazón y no por la razón, es decir, ahí es cuando prima el corazón o el gusto, es mas importante aquello que nos interesa y que nos impulsa que la razón que puede existir en un proyecto pero que no ocupa nuestro interés como se quisiera.